lunes, 9 de diciembre de 2013



LA LUCHA POR LA CONGRUENCIA  o Carta a mi amigo Kenji S. Murakami.

Para quienes no lo han leído, en primero lugar, les recomiendo el texto que mi amigo Kenji publicó hace algunos ayeres en relación al entonces recién creado programa de Sin Filtro. http://www.estado20.com/letrascorrosivas/escaques-vacios/467-mariposas-sin-fe-en-la-primavera.html

Rescato la idea central de su artículo: Sin Filtro es un espacio utilizado por Televisa para deslegitimar el movimiento juvenil #YoSoy132 al hacer partícipe a rostros conocidos del mismo, quienes al haber aceptado la invitación muestran una actitud oportunista e irresponsable, ya que gracias a #YoSoy132 lograron una proyección mediática que ahora les permite tener un espacio (y nómina) en una cadena televisiva que antes criticaban acérrimamente.

Al extender el argumento se deriva que quienes participan en el programa como invitados, hayan sido o no, líderes del movimiento #YoSoy132, de alguna forma legitiman con su presencia un espacio, que en su origen mismo se encuentra corrompido; lo que los convierte en cómplices (o víctimas) de un corporativo que desvirtúa la información y monopoliza el proceso de comunicación política en el país. Este corolario no se encuentra en el texto de Kenji, pero es una lógica común en quienes encuentran una gran incongruencia y síntoma de oportunismo, aceptar una invitación a participar en Sin Filtro.

Al respecto, me parece que el dilema planteado por Kenji es algo recurrente en las luchas y movimientos sociales, que pudiéramos conceptualizar como “el devenir del contrapoder” o el “mal del hipster” -en términos más coloquiales- que se plantea como el dilema ético que surge cuando quienes confrontaban un poder establecido deciden adherirse al mismo, bajo una determinada lógica estratégica o como una simple anuencia a la cooptación [casos que en lo absoluto son equiparables].

Bajo un proceso dialéctico, cuando un contrapoder lucha contra un poder establecido o fuerza hegemónica, posterior a la confrontación antitética se da apertura a una etapa de síntesis. En esta etapa se desarrollan dos lógicas de convivencia de acuerdo a la nueva configuración de fuerzas. Por un lado el poder está dispuesto a internalizar las demandas [e incluso los actores] del contrapoder, en un proceso casi homeostático, cuya finalidad última es preservar, en la medida de lo posible, la estabilidad del sistema y el status quo. El número de espacios que el poder esté dispuesto a ceder o de propuestas que esté dispuesto a incluir, dependerá de su fuerza relativa después de la confrontación directa con el contrapoder.

Por otro lado, el contrapoder actuará de manera reactiva. Los actores tienen la posibilidad de conducirse bajo dos lógicas: a)buscando el beneficio colectivo o b)el beneficio propio. La determinación se tomará de acuerdo a las siguientes  variables: los principios éticos individuales, el grado de cohesión colectiva de intereses y el cálculo que realicen de la nueva configuración de fuerzas. En cualquiera de las dos lógicas, los actores pueden decidir adherirse o no al poder establecido. Desde la lógica del interés personal el actor puede decidir ser cooptado por el poder o claudicar la lucha. Desde la lógica del interés colectivo el actor puede decidir continuar la lucha o internalizar sus demandas adhiriéndose al poder.

Bajo este esquema es posible concebir la posibilidad de que el líder de un movimiento social decida incorporarse a la institución, frente a la cual antes oponía resistencia o sobre la cual ejercía presión, como una acción estratégica donde hipotéticamente sería el mejor escenario posible para  materializar los fines colectivos del movimiento, con base en el nuevo arreglo de fuerzas. De igual forma es posible concebir todo lo antes mencionado como una excusa barata para actuar bajo intereses personales. Sin embargo, antes de ejemplificar nuestro modelo del “devenir del contrapoder” vale la pena realizar algunas precisiones más: 

 1.-La adhesión del contrapoder al poder, no representa, necesariamente, que se convierta en el poder: el contrapoder puede adherirse al poder y permanecer en tensión permanente con el mismo, aunque para un tercero puedan ser identificados como la misma entidad. 

2.- El poder es omnipresente pero no es homogéneo ni monolítico: el poder es inmanente a la interacción social, es decir, toda relación social representa una relación de poder. Por ende, la dimensión de una estructura de poder plantea límites relativos, que nos permite jerarquizar, diferenciar y encontrar diferentes rostros a un mismo poder. 
 
3.- La adhesión del contrapoder al poder, puede realizarse de manera connotativa o denotativa: De acuerdo a la delimitación relativa del poder, su fuerza antagónica, puede adherirse en su nivel más cercano, concreto y objetivo (denotativamente) o en un nivel más lejano, general y abstracto (connotativamente). Por ejemplo, si un grupo de agricultores protestan contra el municipio para recibir más apoyos, el dirigente del movimiento puede convertirse posteriormente en secretario de agricultura del municipio, en presidente municipal, en presidente del partido que gobierna el municipio, en miembro del comité ciudadanos de políticas de agricultura del municipio, etc. La lejanía o cercanía a la cual el actor adherente se encuentre respecto la entidad que encarna simbólica y subjetivamente al poder con el que se confronta, define el nivel denotativo o connotativo de la adhesión.

Para ejemplificar el modelo he decidido emplear el movimiento estudiantil de 1968, sin que esto represente una analogía [que sería por demás desproporcionada] con YoSoy132. Muchos de los líderes del movimiento del 68 terminaron formando parte del sistema político que en su juventud combatían, claramente esta actitud no podría generalizarse como oportunista o incongruencia, sin antes categorizar los casos específicos. La adhesión más denotativa al poder, se representa por aquellos líderes que llegaron a formar parte del gobierno de Echeverría como Sócrates Amado Campos Lemus o Luis Tomás Cervantes Cabeza de Vaca. En un nivel connotativo encontramos a quienes se adhirieron a la vida institucional desde un partido de oposición, como Eduardo Valle Espínoza, Raúl Álvarez Garín o Pablo Gómez Álvarez.

Para quienes decidieron luchar con una voz crítica desde la academia o desde medios de comunicación independientes como Gilberto Guevara Niebla, Luis González de Alba o Roberto Escudero, el haber catapultado una carrera política con base en el liderazgo de un movimiento social [aun cuando fuese desde un partido de oposición] podría verse como una actitud oportunista. Para quienes decidieron seguir luchando desde la movilización social en sindicatos, colectivos y agrupaciones sociales, el refugiarse en la comodidad de la vida académica pudo parecer una actitud conformista e incongruente. Mientras que para quienes optaron por tomar las armas y sumarse a la guerrilla,  cualquiera de las opciones anteriores significaba claudicar a la lucha por un cambio verdadero.

De tal manera que, como se puede observar, en toda decisión política hay una valoración connotativa/denotativa por mantenerse o alejarse de la misma vía de lucha, buscando preservar las mismas convicciones, ideales e intereses colectivos. Para un personaje como Octavio Paz, la congruencia solamente fue posible renunciando a la embajada de la India que le asignó el gobierno de Echeverría, aun cuando años después se mantuviera cercano al gobierno de Salinas. Para un personaje como Barros Sierra, la congruencia representó manifestarse junto con los estudiantes por la violación de la autonomía universitaria, aun cuando a lo largo de su carrera, no se caracterizara por hacer manifestaciones públicas a favor de otros movimientos sociales, también reprimidos brutalmente por el régimen. Para muchos intelectuales la congruencia significó realizar una literatura comprometida como Elena Poniatowska, Carlos Monsiváis o José Revueltas, para otros, como Salvador Novo, la congruencia representó apoyar el gobierno, como una acción congruente a lo que concebían como la “pacificación del país”.

En todos los casos la búsqueda por la congruencia resulta ser una decisión personal, que no es fácil ponderar desde un tercero, ya que la evaluación no significa el análisis del acto en sí mismo: adherirse o no al poder, sino la estrategia que el actor desempeñe dentro de dicha acción. De tal manera, que siempre se corre dos riesgos. Por un lado, desplegar una estrategia de pragmatismo político, que en su extremo puede llevar a olvidar los motivos originarios que dieron causa a la acción y convertir al contrapoder en el poder que antes criticaba. Por otro, el despliegue de un idealismo inocuo, o en el caso de la izquierda, de una actitud de “infantilismo” en términos de Lenin, que por su incapacidad de flexibilizar su estrategia y postura, jamás llegan a materializar sus objetivos.

De ahí la importancia de introducir el análisis estratégico de los actores, de acuerdo a los recursos disponibles a su alcance y el nivel de cohesión de intereses colectivos. El dilema no es si Pablo Gómez fue un oportunista que logró proyección política a partir de ser un líder estudiantil, tampoco si su  participación como diputado federal legitimó a un régimen autoritario y corrupto, mientras varios de sus compañeros generacionales morían en la guerrilla; el dilema verdadero es si dentro de su actuación en la política institucional hizo lo más que pudo por defender las mismas causas que enarboló en el movimiento de 1968, y si verdaderamente contó con una ventaja comparativa, a partir de la cual contribuyera más a la causa la vía institucional, que la vi no-institucional.

Cuando el texto de Kenji discute la irresponsabilidad de Antonio Atollini, su juicio se centra en el acto de sumarse a quien antes criticaba y valerse de su liderazgo al frente de un movimiento social para lograr dicho espacio. Pero en ningún momento se discute la estrategia o inexistencia de la misma, y las posibilidades que se abren o cierran al actor, al disponer del espacio televisivo para promover su causa. Esto permite confundir dos devenires distintos del contrapoder, 1)la adhesión al poder y 2)la conversión en el poder. Por ello que el texto de Kenji afirme que la lógica de Atollini “no es distinta a la lógica del… sindicalista que lucha por los derechos de los trabajadores y a la hora de ascender en un vuelco fortuito pasa de explotado a explotador convirtiéndose en comparsa del sistema”.

La justificación de muchos actores que saltan de una lucha social hacia un espacio institucionalizado, es la posibilidad de continuar y proyectar su causa. En el caso de Atollini, una de las líneas argumentativas era la de “mostrar al emperador desnudo”, entiéndase como la posibilidad de ser críticos al sistema desde el sistema mismo, usar a televisa como una posibilidad de proyectar opiniones que la televisora comúnmente oculta. ¿Retórica pura?, quizás; pero me parece el mismo nivel retórico que el de quienes reconocen las limitaciones de continuidad que caracterizaron al YoSoy132 como un “balbuceo ininteligible” (Kenji dixit), y al mismo tiempo reprochan en sus dirigentes cooptados “muestra de falta de confianza” en el movimiento. Sería interesante saber, si aquellos que critican a quienes saltaron a otros mares, estuvieron dispuestos a hundirse con el barco, o solamente navegaron hacia otras rutas (MORENA, PRD, STUNAM, etc.)

Lo que se esconde de trasfondo es una realidad lacerante. La juventud cuenta con pocos espacios institucionales para hacer política, y la conquista de los mismos, al menos para nuestra generación, representará un alto costo, cuyo precio debe de ser ponderado estratégicamente, por quienes estén dispuestos a pagarlo. Sino somos capaces de llevar nuestra crítica de los espacios que ocupan los actores a la estrategias que despliegan, mantendremos juicios absolutos que no nos permitirá identificar nuestras aspiraciones comunes, y donde la posibilidad de introducir “caballos de troya” para vencer los vicios del actual sistema político será, simplemente, una opción inconcebible.

Así, quienes están en el PRI siempre serán oficialistas, traidores, corruptos, dinosaurios, etc. [confieso yo mismo haber realizado juicios absolutos de dicha naturaleza] sin saber, si existe en verdad algún joven militante priísta, que reniegue de las políticas de EPN, que haya pagado un alto costo por tener una voz crítica dentro de su partido, si tiene la intención por realizar un relevo generacional que termine con los vicios de la actual clase política. Todo panista será un yunquista, conservador de derecha, sin distinguir si está en contra o a favor del pacto por México, si quizás es de la línea “progresista” del PAN, sí en verdad cree o no en el humanismo social de Gómez Morín. Todo joven perredista será un traidor de la izquierda, todo joven de “Nueva Izquierda” será un agachado de izquierda espuria, todo joven de la corriente de “IDN” será un corrupto, etc. Y de alguna forma irá quedando solamente como oportunidad de acción la santidad de los movimientos sociales y de las ONGs, que en la praxis, muchas veces, llegan a imitar las mismas prácticas que los partidos, y que aún de entre de ellas se disputa un nivel de pureza por saber cuál es la más “congruente”.

 Uno no puede cargar con una responsabilidad connotativa por aquellos actos que se escapan de nuestra acción estratégica, de lo contrario caeríamos en un “mea culpa” donde nos asumimos cómplices y responsables de toda la maldad de la humanidad, por el hecho de pertenecer al género. Es decir, no puede designarse como cómplice del sesgo informativo de televisa a quien participa como invitado en uno de sus programas, es cómplice quien sabiendo de dicho sesgo acepta con anuencia la censura o la tergiversación de la información que le exigen. La idea de que participando en un espacio, se legitima con la mera presencia las prácticas nocivas del mismo, es falsa.

De lo contrario se negaría la posibilidad del contrapoder, dado que uno jamás podría oponer resistencia o ejercer presión al poder, si en todo momento estamos atrapados en relaciones de poder que nos hacen parte del mismo. Un estudiante no podría estar en contra de la forma de evaluar de una materia, si con su asistencia a clase legitima la autoridad del profesor; un diputado no podría estar en contra de la partidocracia si para ocupar el escaño en el que se encuentra legitimó dicho régimen; un clérigo no podría estar en contra de las decisiones del vaticano, si con su cargo legitima la estructura vertical y autoritaria de la Iglesia Católica. Lo que se  obtiene al confundir la adhesión con la conversión al poder, y el modo connotativo con el denotativo, es cancelar toda posibilidad de discrepancia y de cambio. 

En conclusión
Desde esa perspectiva, determinar si es o no congruente participar en SinFiltro como invitado, se vislumbra como banalidad. Pero me gustaría explicar que al menos para mí, es importante pensar que no solamente los medios utilizan a las personas, sino que también es posible que los individuos utilicen a los medios para hacer llegar su mensaje. Me parece que AMLO lo comprendió muy bien, al momento de “reconciliarse” con televisa durante el último proceso electoral, sin que eso le limitara a continuar sosteniendo una crítica hacia su sesgo informativo. 

En un ejercicio de ponderación, quizás la televisora me usó con los pocos puntos de rating que pudo dar mi familia y amigos cercanos que me vieron en televisión, pero me parece que obtuve más al poder llevar, a quienes de manera común sintonizan el programa, mi análisis sobre la Reforma Energética desde una perspectiva congruente con mis valores políticos. 

Cabe aclarar que este artículo no pretende ser una apología de quienes conducen el programa de SinFiltro o quienes han llegado a participar como invitados  [ya que pueden tener intereses y motivaciones distintas a las mías], pero sí pretende complejizar la evaluación ética de la conducta pública, nuestra y de otros actores. La diferencia entre la adhesión al poder y la conversión al mismo, entre la cooptación y la lucha institucionalizada, reside en la posibilidad de mantener una estrategia que recupere nuestra causa original y los fines colectivos. Nadie niega que esta diferencia pueda realizarse en el plano retórico, pero creo que vale la pena concebir la posibilidad de que también se lleve a la práctica. 

Estoy consciente que quienes hemos decidido involucrarnos en un partido político, en mi caso el PRD, estamos expuestos a que nuestras estrategias políticas por materializar nuestras convicciones, sean tachadas de oportunistas, ingenuas o retóricas. Pero llegará el momento histórico, en el que nos encontremos en el espacio donde se juzgue si fuimos capaces o no, de llevar a la práctica lo que profesábamos y en ese momento será fundamental estar a la altura de las circunstancias para demostrar congruencia y respeto a nosotros mismos. Mientras tanto, vale la pena que se juzgue no sólo los espacios que ocupamos, sino  lo que se dice, se calla, se hace o se omite, a través de ellos.