Ya me cansé
De José Luis Gallegos
Era la pulsión del pasado,
que vomitaba en sus jugos autoritarios
la violencia, el fuego, la impunidad.
Era el poder absoluto,
absorto en su propio reflejo.
Narciso anticipando su muerte
al desconocer la otredad.
Cuando una voz rompió el silencio,
y una consigna nos logró despertar:
Ya me cansé.
Complicidad, ineptitud, indiferencia
formas distintas de ser insensible al
dolor;
formas iguales de sumir al pueblo en
indignación;
formas diversas de decir: “fue el
Estado quien los mató”.
Y cansa… cansa su torpeza,
su falta de voluntad, cansa
su ambición desmedida, cansa
su puerilidad, su cinismo
nos cansa que se cansen
de no hacer justicia.
Cansa escuchar el número de muertos
43, 22, 80 mil,
para el Estado, sólo cifras.
Cifras de la morgue, cifras de
expedientes,
cifras que no hablan la profundidad de
la tristeza.
Que callan la inmensidad del dolor,
que esconden el rostro insondable de su
ausencia.
Cifras que no cuantifican el llanto de
la madre,
ni registran los besos ahogados de la
novia,
ni suman las risas extraviadas de los amigos.
Cifras, quisieron convertirlos sólo en
cifras.
Pero aún nos queda su recuerdo, la
rabia,
y este irascible deseo de justicia.
Ya me cansé.
A la incompetencia, siguió la
frivolidad.
A la protesta, cedió la represión.
Entonces la bota pateó el enjambre,
y los zumbidos se multiplicaron,
miles de aguijones en las calles
avispas mostrando su hartazgo.
La plaza central era miel,
la plaza central era eco.
Era una plaza resonancia.
Una plaza megáfono, plaza sinécdoque.
Una colmena conciencia insumisa.
Plaza de hartura, de colmo, de plétora.
Plaza de lucha, de movilización y
esperanza.
Ya me cansé.
De todas las orillas del planeta,
En todos las lenguas de los hombres,
un mensaje de protesta recorre:
plazas, escuelas y premios nobel:
¡Ya me cansé!
Nos pide no olvidemos
en toda ciudad, en todos los pueblos,
que son 43 los que nos faltan
que son 43 los que desaparecieron.
que no pararemos, ni hoy ni mañana
seguiremos luchando hasta ver su
regreso.
Ni los gélidos gritos del invierno,
ni los rumores cortinas de humo,
ni el panfletario altavoz de los medios
pudieron callar nuestra indignación.
Salimos de nuevo a marchar.
Los poderosos apostaron al tiempo,
pero el pueblo se cansó de olvidar.
¡Y saldremos de nuevo a marchar!
Se cansa Sísifo
de subir la colina cada sexenio
y ser parte de la misma pantomima.
Se cansa Atlas
de sostener al mundo,
Sus hombros se cansan de soportar
tragedia, dolor, ignominia
de ser siempre los mismos quienes
pierden
y siempre los mismos quienes al final
ríen.
¡Ya me cansé!
Cómo llena ese consigna todo el aire
y lo vuelve una eléctrica armadura
Cómo convierte en dinamita las cenizas
Y hace del dolor un grito de guerra.
¡Ya me cansé!
Dijeron los estudiantes,
al cansarse de la corrupción, del
sistema
¡Ya me cansé!
Dijeron amas de casa,
cuando se hartaron de no ser tomadas en
cuenta
¡Ya me cansé!
Dijo el obrero,
ante las reformas neoliberales de Peña
¡Ya me cansé!
Protestaron los padres,
cuando quisieron verles la cara, para
calmar su exigencia
¡Ya me cansé!
increpamos todos, cuando caímos en
cuenta
que la insubordinación hace la
diferencia.
¡Ya me cansé!
Gritó un pueblo enardecido
que levantando el puño aprendió,
a hacer su esperanza de la tragedia,
y un nuevo mundo desde la indignación.
Ya me cansé, ¡es cierto!,
Pero este cansancio es de hartazgo y no
de pasividad.
Este cansancio es rebeldía, y no
insumisión.
Este cansancio es fuerza, no
desolación.
Este cansancio es lucha, propuesta,
comunidad en construcción.
Porque podrán incinerar nuestros
huesos,
pero no harán cenizas nuestro corazón