LA LUCHA POR LA CONGRUENCIA o Carta
a mi amigo Kenji S. Murakami.
Para quienes no lo han leído, en
primero lugar, les recomiendo el texto que mi amigo Kenji publicó hace algunos
ayeres en relación al entonces recién creado programa de Sin Filtro. http://www.estado20.com/letrascorrosivas/escaques-vacios/467-mariposas-sin-fe-en-la-primavera.html
Rescato la idea central de su
artículo: Sin Filtro es un espacio utilizado por Televisa para deslegitimar el
movimiento juvenil #YoSoy132 al hacer partícipe a rostros conocidos del mismo,
quienes al haber aceptado la invitación muestran una actitud oportunista e
irresponsable, ya que gracias a #YoSoy132 lograron una proyección mediática que
ahora les permite tener un espacio (y nómina) en una cadena televisiva que antes
criticaban acérrimamente.
Al extender el argumento se
deriva que quienes participan en el programa como invitados, hayan sido o no,
líderes del movimiento #YoSoy132, de alguna forma legitiman con su presencia un
espacio, que en su origen mismo se encuentra corrompido; lo que los convierte
en cómplices (o víctimas) de un corporativo que desvirtúa la información y monopoliza
el proceso de comunicación política en el país. Este corolario no se encuentra
en el texto de Kenji, pero es una lógica común en quienes encuentran una gran
incongruencia y síntoma de oportunismo, aceptar una invitación a participar en
Sin Filtro.
Al respecto, me parece que el
dilema planteado por Kenji es algo recurrente en las luchas y movimientos
sociales, que pudiéramos conceptualizar como “el devenir del contrapoder” o el
“mal del hipster” -en términos más coloquiales- que se plantea como el dilema
ético que surge cuando quienes confrontaban un poder establecido deciden
adherirse al mismo, bajo una determinada lógica estratégica o como una simple
anuencia a la cooptación [casos que en lo absoluto son equiparables].
Bajo un proceso dialéctico, cuando
un contrapoder lucha contra un poder establecido o fuerza hegemónica, posterior
a la confrontación antitética se da apertura a una etapa de síntesis. En esta
etapa se desarrollan dos lógicas de convivencia de acuerdo a la nueva
configuración de fuerzas. Por un lado el poder está dispuesto a internalizar
las demandas [e incluso los actores] del contrapoder, en un proceso casi
homeostático, cuya finalidad última es preservar, en la medida de lo posible, la
estabilidad del sistema y el status quo. El número de espacios que el poder
esté dispuesto a ceder o de propuestas que esté dispuesto a incluir, dependerá
de su fuerza relativa después de la confrontación directa con el contrapoder.
Por otro lado, el contrapoder
actuará de manera reactiva. Los actores tienen la posibilidad de conducirse
bajo dos lógicas: a)buscando el beneficio colectivo o b)el beneficio propio. La
determinación se tomará de acuerdo a las siguientes variables: los principios éticos
individuales, el grado de cohesión colectiva de intereses y el cálculo que
realicen de la nueva configuración de fuerzas. En cualquiera de las dos
lógicas, los actores pueden decidir adherirse o no al poder establecido. Desde
la lógica del interés personal el actor puede decidir ser cooptado por el poder
o claudicar la lucha. Desde la lógica del interés colectivo el actor puede
decidir continuar la lucha o internalizar sus demandas adhiriéndose al poder.
Bajo este esquema es posible
concebir la posibilidad de que el líder de un movimiento social decida
incorporarse a la institución, frente a la cual antes oponía resistencia o
sobre la cual ejercía presión, como una acción estratégica donde
hipotéticamente sería el mejor escenario posible para materializar los fines colectivos del
movimiento, con base en el nuevo arreglo de fuerzas. De igual forma es posible
concebir todo lo antes mencionado como una excusa barata para actuar bajo
intereses personales. Sin embargo, antes de ejemplificar nuestro modelo del
“devenir del contrapoder” vale la pena realizar algunas precisiones más:
1.-La
adhesión del contrapoder al poder, no representa, necesariamente, que se
convierta en el poder: el contrapoder puede adherirse al poder y permanecer en
tensión permanente con el mismo, aunque para un tercero puedan ser
identificados como la misma entidad.
Para ejemplificar el modelo he
decidido emplear el movimiento estudiantil de 1968, sin que esto represente una
analogía [que sería por demás desproporcionada] con YoSoy132. Muchos de los
líderes del movimiento del 68 terminaron formando parte del sistema político
que en su juventud combatían, claramente esta actitud no podría generalizarse como
oportunista o incongruencia, sin antes categorizar los casos específicos. La
adhesión más denotativa al poder, se representa por aquellos líderes que llegaron
a formar parte del gobierno de Echeverría como Sócrates Amado Campos Lemus o Luis Tomás Cervantes Cabeza de Vaca. En un nivel connotativo encontramos
a quienes se adhirieron a la vida institucional desde un partido de oposición,
como Eduardo Valle Espínoza, Raúl Álvarez Garín o Pablo Gómez Álvarez.
Para quienes decidieron luchar con
una voz crítica desde la academia o desde medios de comunicación independientes
como Gilberto Guevara Niebla, Luis González de Alba o Roberto Escudero, el
haber catapultado una carrera política con base en el liderazgo de un
movimiento social [aun cuando fuese desde un partido de oposición] podría verse
como una actitud oportunista. Para quienes decidieron seguir luchando desde la
movilización social en sindicatos, colectivos y agrupaciones sociales, el
refugiarse en la comodidad de la vida académica pudo parecer una actitud
conformista e incongruente. Mientras que para quienes optaron por tomar las
armas y sumarse a la guerrilla, cualquiera
de las opciones anteriores significaba claudicar a la lucha por un cambio
verdadero.
De tal manera que, como se puede observar,
en toda decisión política hay una valoración connotativa/denotativa por
mantenerse o alejarse de la misma vía de lucha, buscando preservar las mismas
convicciones, ideales e intereses colectivos. Para un personaje como Octavio Paz,
la congruencia solamente fue posible renunciando a la embajada de la India que
le asignó el gobierno de Echeverría, aun cuando años después se mantuviera
cercano al gobierno de Salinas. Para un personaje como Barros Sierra, la
congruencia representó manifestarse junto con los estudiantes por la violación
de la autonomía universitaria, aun cuando a lo largo de su carrera, no se
caracterizara por hacer manifestaciones públicas a favor de otros movimientos
sociales, también reprimidos brutalmente por el régimen. Para muchos
intelectuales la congruencia significó realizar una literatura comprometida
como Elena Poniatowska, Carlos Monsiváis o José Revueltas, para otros, como
Salvador Novo, la congruencia representó apoyar el gobierno, como una acción
congruente a lo que concebían como la “pacificación del país”.
En todos los casos la búsqueda
por la congruencia resulta ser una decisión personal, que no es fácil ponderar
desde un tercero, ya que la evaluación no significa el análisis del acto en sí
mismo: adherirse o no al poder, sino la estrategia que el actor desempeñe
dentro de dicha acción. De tal manera, que siempre se corre dos riesgos. Por un
lado, desplegar una estrategia de pragmatismo político, que en su extremo puede
llevar a olvidar los motivos originarios que dieron causa a la acción y
convertir al contrapoder en el poder que antes criticaba. Por otro, el
despliegue de un idealismo inocuo, o en el caso de la izquierda, de una actitud
de “infantilismo” en términos de Lenin, que por su incapacidad de flexibilizar
su estrategia y postura, jamás llegan a materializar sus objetivos.
De ahí la importancia de
introducir el análisis estratégico de los actores, de acuerdo a los recursos
disponibles a su alcance y el nivel de cohesión de intereses colectivos. El
dilema no es si Pablo Gómez fue un oportunista que logró proyección política a
partir de ser un líder estudiantil, tampoco si su participación como diputado federal legitimó a
un régimen autoritario y corrupto, mientras varios de sus compañeros generacionales
morían en la guerrilla; el dilema verdadero es si dentro de su actuación en la
política institucional hizo lo más que pudo por defender las mismas causas que
enarboló en el movimiento de 1968, y si verdaderamente contó con una ventaja comparativa,
a partir de la cual contribuyera más a la causa la vía institucional, que la vi
no-institucional.
Cuando el texto de Kenji discute
la irresponsabilidad de Antonio Atollini, su juicio se centra en el acto de
sumarse a quien antes criticaba y valerse de su liderazgo al frente de un
movimiento social para lograr dicho espacio. Pero en ningún momento se discute
la estrategia o inexistencia de la misma, y las posibilidades que se abren o
cierran al actor, al disponer del espacio televisivo para promover su causa. Esto
permite confundir dos devenires distintos del contrapoder, 1)la adhesión al
poder y 2)la conversión en el poder. Por ello que el texto de Kenji afirme que la
lógica de Atollini “no es distinta a la lógica del… sindicalista que lucha por
los derechos de los trabajadores y a la hora de ascender en un vuelco fortuito
pasa de explotado a explotador convirtiéndose en comparsa del sistema”.
La justificación de muchos actores
que saltan de una lucha social hacia un espacio institucionalizado, es la posibilidad
de continuar y proyectar su causa. En el caso de Atollini, una de las líneas
argumentativas era la de “mostrar al emperador desnudo”, entiéndase como la
posibilidad de ser críticos al sistema desde el sistema mismo, usar a televisa
como una posibilidad de proyectar opiniones que la televisora comúnmente oculta.
¿Retórica pura?, quizás; pero me parece el mismo nivel retórico que el de quienes
reconocen las limitaciones de continuidad que caracterizaron al YoSoy132 como
un “balbuceo ininteligible” (Kenji dixit), y al mismo tiempo reprochan en sus
dirigentes cooptados “muestra de falta de confianza” en el movimiento. Sería
interesante saber, si aquellos que critican a quienes saltaron a otros mares,
estuvieron dispuestos a hundirse con el barco, o solamente navegaron hacia
otras rutas (MORENA, PRD, STUNAM, etc.)
Lo que se esconde de trasfondo es
una realidad lacerante. La juventud cuenta con pocos espacios institucionales
para hacer política, y la conquista de los mismos, al menos para nuestra
generación, representará un alto costo, cuyo precio debe de ser ponderado
estratégicamente, por quienes estén dispuestos a pagarlo. Sino somos capaces de
llevar nuestra crítica de los espacios que ocupan los actores a la estrategias
que despliegan, mantendremos juicios absolutos que no nos permitirá identificar
nuestras aspiraciones comunes, y donde la posibilidad de introducir “caballos
de troya” para vencer los vicios del actual sistema político será, simplemente,
una opción inconcebible.
Así, quienes están en el PRI
siempre serán oficialistas, traidores, corruptos, dinosaurios, etc. [confieso
yo mismo haber realizado juicios absolutos de dicha naturaleza] sin saber, si
existe en verdad algún joven militante priísta, que reniegue de las políticas
de EPN, que haya pagado un alto costo por tener una voz crítica dentro de su
partido, si tiene la intención por realizar un relevo generacional que termine
con los vicios de la actual clase política. Todo panista será un yunquista,
conservador de derecha, sin distinguir si está en contra o a favor del pacto
por México, si quizás es de la línea “progresista” del PAN, sí en verdad cree o
no en el humanismo social de Gómez Morín. Todo joven perredista será un traidor
de la izquierda, todo joven de “Nueva Izquierda” será un agachado de izquierda
espuria, todo joven de la corriente de “IDN” será un corrupto, etc. Y de alguna
forma irá quedando solamente como oportunidad de acción la santidad de los
movimientos sociales y de las ONGs, que en la praxis, muchas veces, llegan a
imitar las mismas prácticas que los partidos, y que aún de entre de ellas se
disputa un nivel de pureza por saber cuál es la más “congruente”.
Uno no puede cargar con una
responsabilidad connotativa por aquellos actos que se escapan de nuestra acción
estratégica, de lo contrario caeríamos en un “mea culpa” donde nos asumimos
cómplices y responsables de toda la maldad de la humanidad, por el hecho de
pertenecer al género. Es decir, no puede designarse como cómplice del sesgo informativo
de televisa a quien participa como invitado en uno de sus programas, es
cómplice quien sabiendo de dicho sesgo acepta con anuencia la censura o la
tergiversación de la información que le exigen. La idea de que participando en un espacio, se legitima con la mera presencia las prácticas nocivas del mismo, es
falsa.
De lo contrario se negaría la
posibilidad del contrapoder, dado que uno jamás podría oponer resistencia o
ejercer presión al poder, si en todo momento estamos atrapados en relaciones de
poder que nos hacen parte del mismo. Un estudiante no podría estar en contra de
la forma de evaluar de una materia, si con su asistencia a clase legitima la
autoridad del profesor; un diputado no podría estar en contra de la
partidocracia si para ocupar el escaño en el que se encuentra legitimó dicho régimen;
un clérigo no podría estar en contra de las decisiones del vaticano, si con su
cargo legitima la estructura vertical y autoritaria de la Iglesia Católica. Lo
que se obtiene al confundir la adhesión con
la conversión al poder, y el modo connotativo con el denotativo, es cancelar
toda posibilidad de discrepancia y de cambio.
En conclusión
Desde esa perspectiva, determinar
si es o no congruente participar en SinFiltro como invitado, se vislumbra como banalidad.
Pero me gustaría explicar que al menos para mí, es importante pensar que no
solamente los medios utilizan a las personas, sino que también es posible que
los individuos utilicen a los medios para hacer llegar su mensaje. Me parece que
AMLO lo comprendió muy bien, al momento de “reconciliarse” con televisa durante
el último proceso electoral, sin que eso le limitara a continuar sosteniendo
una crítica hacia su sesgo informativo.
En un ejercicio de ponderación,
quizás la televisora me usó con los pocos puntos de rating que pudo dar mi
familia y amigos cercanos que me vieron en televisión, pero me parece que
obtuve más al poder llevar, a quienes de manera común sintonizan el programa, mi
análisis sobre la Reforma Energética desde una perspectiva congruente con mis
valores políticos.
Cabe aclarar que este artículo no
pretende ser una apología de quienes conducen el programa de SinFiltro o
quienes han llegado a participar como invitados [ya que pueden tener intereses y motivaciones distintas
a las mías], pero sí pretende complejizar la evaluación ética de la conducta
pública, nuestra y de otros actores. La diferencia entre la adhesión al poder y
la conversión al mismo, entre la cooptación y la lucha institucionalizada, reside
en la posibilidad de mantener una estrategia que recupere nuestra causa
original y los fines colectivos. Nadie niega que esta diferencia pueda
realizarse en el plano retórico, pero creo que vale la pena concebir la
posibilidad de que también se lleve a la práctica.
Estoy consciente que quienes
hemos decidido involucrarnos en un partido político, en mi caso el PRD, estamos
expuestos a que nuestras estrategias políticas por materializar nuestras
convicciones, sean tachadas de oportunistas, ingenuas o retóricas. Pero llegará
el momento histórico, en el que nos encontremos en el espacio donde se juzgue
si fuimos capaces o no, de llevar a la práctica lo que profesábamos y en ese
momento será fundamental estar a la altura de las circunstancias para demostrar
congruencia y respeto a nosotros mismos. Mientras tanto, vale la pena que se
juzgue no sólo los espacios que ocupamos, sino
lo que se dice, se calla, se hace o se omite, a través de ellos.
Pan y circo?. El circo es sano; mejoraría la frase del Sr. Díaz a nuestra época: Pan y TV. La televisión quita imaginación. Para cambiar a México, se necesita un cambio, una nueva generación de jóvenes que formen un nuevo partido político. Necesitamos no un líder, sino varios líderes; líderes que conozcan sobre el tema, que sea gente culta, que no hablen por hablar: sin fundamento. Necesitamos gente que todo lo que le fue enseñado en la escuela lo enseñe a una sociedad que poco a poco se desmorona. Un saludo cordial José Luis.
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